El cambio climático ha desempeñado un papel en muchos conflictos armados recientes y se prevé que sea una fuerza motriz aún más grave de futuros conflictos. A la vez, los ejércitos del mundo son una importante fuente de emisiones de carbono con su enorme consumo de combustibles fósiles y sus extensas operaciones industriales.
La guerra alimenta el cambio climático y amplifica sus efectos
De todas las fuentes institucionales del cambio climático, ninguna es más grande que las fuerzas armadas del mundo. Por ejemplo, el ejército de los Estados Unidos es la mayor fuente institucional de emisiones de carbono del planeta. Con su enorme gasto de combustibles fósiles para mantener sus aviones, barcos y vehículos terrestres, así como para atender sus miles de instalaciones, emite más carbono que la mayoría de las naciones de la tierra, incluyendo Portugal y Dinamarca.
En el mundo, el complejo industrial militar consume muchos miles de millones de dólares al año que podrían utilizarse para posibles soluciones a la crisis climática. Hoy día, el gasto militar mundial asciende a 1,8 billones de dólares por año, la mitad de los cuales corresponden sólo a dos países: los EE.UU. y China. Si asignáramos tan sólo la mitad de esta suma para enfrentar el cambio climático, resolveríamos la crisis rápidamente.
La enorme cantidad de carbono emitida por los militares en sus conflictos amplifica los efectos del cambio climático al intensificar la deforestación, la desertificación, la contaminación del aire, del agua y el envenenamiento del suelo. Las guerras impiden que muchas comunidades se adapten y se recuperen del cambio climático. Esto destruye su infraestructura y sustituirla requerirá eventualmente una producción industrial y de construcción muy intensiva en carbono.
La guerra, al igual que el cambio climático, crea poblaciones desplazadas y refugiados. Estas poblaciones son entonces altamente vulnerables a los efectos del cambio climático. A medida que muchos refugiados huyen de los daños climáticos y se trasladan a nuevos lugares, a menudo entran en conflicto con otras poblaciones vulnerables ya que los recursos naturales se vuelven escasos. Así se perpetúa el círculo vicioso: Cambio Climático/ Violencia/ Guerra.
El cambio climático crea condiciones para la violencia y la guerra
Se prevé que para la mitad de este siglo 200 millones de migrantes climáticos se habrán visto obligados a desplazarse porque el clima extremo o cambiante ha hecho que sus vidas ya no sean posibles en el lugar donde viven. Sólo en un año, los fenómenos meteorológicos extremos causados o empeorados por el calentamiento global (sequías, incendios, inundaciones y más) probablemente desplazarán a 25 millones de personas en todo el mundo.
La migración forzada de personas – tanto dentro de cada país como a través de las fronteras internacionales- crea presiones económicas, políticas y sociales a medida que los recursos esenciales se vuelven escasos y se ahondan las desigualdades sociales. A veces la migración forzada se suma a las tensiones ya existentes dentro de cada país. Esta dinámica ha desempeñado un papel importante en varios conflictos armados recientes en Siria y el Sudán, entre otros.
Se prevé que la tendencia se intensifique a medida que los efectos del cambio climático a largo plazo (inseguridad alimentaria, falta de agua potable, estrés térmico, daños dramáticos a las comunidades costeras, etc.) se hagan sentir en más zonas del mundo. Las regiones que según las proyecciones se verán más gravemente afectadas por el cambio climático suelen estar entre las más pobres del mundo y las más densamente pobladas. Estas poblaciones tendrán menor acceso a los recursos que necesitan para sobrevivir y para prevenir los conflictos armados.
Curación de los daños de la guerra y el cambio climático
El cambio climático y la guerra nos afectan profundamente a todos. Nos hacen sentir impotentes, desanimados y desesperanzados. Los sobrevivientes de la guerra quedan aterrorizados. Todos nos enredamos en el círculo vicioso de la destrucción y el trauma. Las heridas emocionales de la guerra son tan grandes que a menudo nos paralizan. Nuestra parálisis y confusión pueden hacer que nos sea difícil pensar bien. Pueden ocultarnos la conexión entre la guerra y el cambio climático y nos impidan construir la unidad que necesitamos para ponerles fin.
Pero podemos sanar de los traumas de la guerra y del cambio climático. Necesitamos contar nuestras historias relacionadas con ambos males. Tenemos que convertirnos en poderosos aliados de las personas que han sido directamente afectadas por ellos. Necesitamos recuperar nuestra conexión con todas las personas y con el medio ambiente. Mientras luchamos para terminar con todas las opresiones, detener la guerra y poner fin a la crisis climática, un paso importante será redirigir los recursos gastados en la guerra hacia soluciones climáticas.